El sentido de la memoria
“La historia es la certeza obtenida en el punto
en que las imperfecciones de la memoria
topan con las deficiencias de la documentación”.
Patrick Lagrange.
(citado en “El sentido de un final” de Julian Barnes)
¿Qué es la memoria? Un rompecabezas con piezas vivas que crecen, cambian y se reacomodan a la luz de las emociones y las nuevas experiencias. Entre más fuerte o conflictiva la vivencia, más modificaciones surgen en la estructura de lo rememorado. En el caso de las vivencias que no se comparten por haber suscitado una emoción difícil de procesar: vergüenza, ira, tristeza… la memoria de las mismas se alejará de la realidad. Si son procesadas a través de la culpa, adquieren tintes más dramáticos y punitivos. En el caso de haber pasado por el camino de la represión o la negación, éstos se recordarán con más benevolencia, ya sea disculpando la ocasión, la inmadurez de la edad o cualquier otro atenuante que matice la historia.
Por tanto, para todos los involucrados en un determinado acontecimiento histórico, la experiencia subjetiva, será completamente distinta y única. Lo que uno recuerda como algo angustiante para otro puede ser una aventura divertida; lo que para alguien puede ser triste, otro lo recordará como algo sin mayor trascendencia. Julian Barnes, en su novela El sentido de un final, plantea a través de sus personajes, algunas ideas sobre el sentido de la vida y lo que recordamos al irla construyendo a través de vivencias, recuerdos y olvidos. Las citas que presento a lo largo del escrito son de él.
Para entender el tema de la memoria, podemos recurrir a diferentes perspectivas. Desde la visión del psicoanálisis, en el tiempo confluyen presente, pasado y futuro en la atemporalidad del inconsciente. Un evento del pasado, ya sea traumático o afortunado, se repite en el presente con la misma o más intensidad. Lo mismo puede decirse de una proyección al futuro que en el presente despierta emociones anticipatorias—miedo, alegría, excitación—que en muchos casos no concuerda con lo que va a ser vivido.
En la interacción del tiempo, las memorias van construyendo el futuro. El recordar la historia nos lleva a formar una identidad, a tener expectativas, a tener una idea de lo que consideramos que merecemos, de la imagen de nosotros que creemos que ven los demás, de las huellas que vamos dejando… Y, si en la vida adquirimos algo de madurez, podemos cuestionar y buscar corroborar la idea que de nosotros hemos formado. Aunque, para la mayoría de las personas, este cuestionamiento nunca llega y prefieren aceptar la versión oficial que se han contado tantas veces. Incluso, como alguien dijo y cita también Barnes, entre más viven menos comprenden.
De acuerdo a Barnes, la historia que leemos en los textos nos hace sentir más a salvo ya que ha sido más o menos acordada “o quizá se trata otra vez de la misma paradoja: que la historia que acontece delante de nuestras narices debería ser la más clara, y sin embargo es la más delicuescente.” Se nos escapa precisamente al no poder aprehenderla del todo, estamos metidos “en la olla” de los acontecimientos sin el espacio que el tiempo da, para comprenderla y analizarla desde otra perspectiva.
Pero no siempre el tiempo o la distancia son aliados para entender nuestra propia historia. Respecto a esto Barnes agrega “y debería ser obvio que el tiempo no actúa como un fijador, sino más bien como un disolvente”. Y más considerando que no hablamos de un tiempo objetivo, sino el tiempo personal o “subjetivo como el que llevas en la cara interior de la muñeca, al lado de donde está el pulso”. Un recuerdo por mucho tiempo olvidado actúa moviendo las manecillas en sentido contrario, como si “el río discurriera hacia arriba”.
Pero en ese movimiento de vaivén, como las pinceladas de un artista, vamos completando a través de un proceso creativo aquello que creemos que falta. “¿Cuántas veces contamos la historia de nuestra vida? ¿Cuántas veces la adaptamos, la embellecemos, introducimos astutos cortes? Y cuanto más se alarga la vida, menos personas nos rodean para rebatir nuestro relato, para recordarnos que nuestra vida no es nuestra, sino sólo la historia que hemos contado de ella. Contado a otros, pero sobre todo a nosotros mismos”.
Entonces, ¿qué es la realidad?, ¿cómo manejar los trucos de la memoria? Desde el punto de vista del psicoanálisis, esto no es lo prioritario. La verdad de facto pasa a ser secundaria en el trabajo terapéutico. Es la interpretación que la persona hace de ella con lo que comenzamos el análisis y uno de los valores de la ayuda. Incluso si los pacientes mienten consciente o inconscientemente, nuestra labor es tomar el material tal cual y buscar un hilo conductor que lleve a darle sentido a un todo y por esta vía, llegar a tener una mayor conciencia de lo que realmente aconteció.
Otro aspecto a considerar es que los juegos de la memoria tienen diferentes reglas al aplicarlas a nosotros que a los demás, a los que queremos y hacia los que tenemos resentimientos. La vara no es la misma y ocurre así tanto en eventos individuales como en las relaciones de pareja y a mayor escala. “La historia son las mentiras de los vencedores… y también los autoengaños de los derrotados”.
A través del camino de ir desenvolviendo las capas de la memoria, es que tendremos acceso a una mayor verdad. Es en la búsqueda a través de la empatía y de hablar el lenguaje del otro, que podremos ayudar a entender la historia desdibujada por el paso del tiempo y los recuerdos superpuestos. También siguiendo las ideas de Barnes, cuanto más aprendes de la vida menos temes. Y agrego, menos hay que disfrazar.
Se requiere valor para adentrarse en la labor de investigación no sólo de la historia que nos hemos contado sino de la que otros han visto y a través de la cual han recibido nuestra influencia y nuestro impacto. Entre más pronto en el camino de la vida tomemos la decisión de comprometernos con esta búsqueda, más tiempo tendremos de hacer ajustes, si estos son necesarios, así como recibir la satisfacción de corroborar los cauces positivos que nuestro andar ha provocado.